El 21 de agosto de 1911, el cuadro más contemplado y famoso de la historia
desapareció como por arte de magia. Fue en el Museo del Louvre, en París, en donde La Gioconda o La Mona Lisa fue sustraída sin llamar la atención de los guardias. Quien descubrió la falta de la obra fue el pintor Louis Béroud, quien observó el hueco que había quedado en la pared del recinto.
Desde el comienzo, la policía francesa sostuvo que se trataba de un robo pergeñado por un autor intelectual, que conocía los movimientos del museo y esperó el momento justo para dar el gran golpe.
Las investigaciones no revelaron datos positivos durante los primeros meses. Sin embargo, casi dos años después del hecho, se supo que el autor material era Vincenzo Peruggia, italiano, que trabajaba como obrero en una serie de remodelaciones que se llevaban dentro del museo. Peruggia no tuvo inconvenientes para sacar la pintura y huir a Florencia, Italia, en donde fue descubierto al intentar vendérsela a un hombre llamado Alfredo Geri, quien avisó rápidamente a las autoridades policiales.